Según publicó la pasada semana el web Mashable, las adicciones a Internet —especialmente a las redes sociales— han sido ampliamente documentadas. En el caso de Facebook el mecanismo adictivo funcionaría de la siguiente manera: cada vez que recibimos y vemos una notificación nueva recibimos un chute de dopamina, neurotrasmisor químico asociado con la motivación y la recompensa. Es la droga de la novedad, que también actúa cuando se consumen drogas o se mantienen relaciones sexuales. Y las redes sociales podrían estar provocando el mismo efecto adictivo.
En países como China, Taiwán y Corea del Sur la adicción a Internet ya está aceptada a nivel de diagnóstico psicológico. En los EE.UU. se prevé incluirla en la nueva edición del manual de referencia, llamado la biblia de la psiquiatría: el Diagnostic and Statistical Manual for Mental Disorders, aunque se advertirá de que el tema requiere de un mayor estudio.
Incluso hay quienes hablan de un desorden específico relacionado con tener múltiples perfiles en las redes sociales: el multiple profile disorder.
Al parecer cuanto más tiempo transcurre uno online, más se atrofian las partes del cerebro encargadas del habla, memoría, control motor, emociones… De hecho la capacidad de atención ha disminuido un 40% en los últimos 10 años.
En los países donde la adicción a Internet se considera ya una patología se han cuantificado un 30% de adictos a las redes sociales o los videojuegos.
La adicción a Internet se caracteriza en el Diagnostic and Statistical Manual for Mental Disorders por los siguientes síntomas:
Preocupación por internet y el juego online: pensar constantemente en lo que se hizo online o se va a hacer después.
Síntomas de dependencia (síndrome de abstinencia) cuando no hay Internet.
Aumento del umbral de tolerancia: tener que invertir más tiempo para conseguir la misma satisfacción.
Pérdida de otros intereses.
Intentos fallidos por controlar el uso.
Uso de internet para escapar de estados de ánimos tristes, ansiedad o inquietud.
Conectados o no a Internet, niños y adolescentes pasan muchas horas delante del ordenador cada semana sin que prestemos atención a cómo lo hacen y sus posibles consecuencias para la salud, en particular, problemas visuales y musculoesquéticos.
Desde PantallasAmigas abordamos las diversas pantallas y su uso desde un punto de vista integral y, especialmente, desde una acepción de la salud completa tal como la define la OMS, Organización Mundial de la Salud: «es un estado de completo bienestar físico, mental y social, y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades».
Desde esta perspectiva venimos prestando desde nuestros inicios en 2004 mayor énfasis en los riesgos que podían suponer un daño sicológico, que eran menos conocidos y, por tanto, menos evidentes: contenidos nocivos, ciberbullying, grooming, sexting, pérdida de privacidad… Sin embargo, no olvidamos esta visión ergonómica del asunto, aunque en este caso obviamos los riesgos psicosociales ligados especialmente al estrés y la ansiedad.
Durante más tiempo, en más lugares, desde edades más tempranas
Niños, niñas y adolescentes vienen aumentando su dosis diaria de pantalla de forma vertiginosa. Los ordenadores han ganado el espacio doméstico y también el ámbito escolar. Además, la edad de inicio en su manejo está en continuo descenso a la vez que se han vuelto imprescindibles para su día a día y vida social. Sin embargo, no estamos prestando atención a que su uso sea adecuado desde el punto de vista de la salud física, donde cabrían apuntarse especialmente los problemas musculoesqueléticos y los visuales.
¿El uso del ordenador puede causar problemas de salud?
Desde el ámbito de la prevención de riesgos laborales, aquellos trabajadores que usan pantallas (técnicamente denominadas PVD, pantallas de visualización de datos) durante más de 4 horas al día o 20 horas a la semana deben ser sometidos a pautas de vigilancia de la salud específicas y su puesto de trabajo examinado y adecuado. Ello es porque se considera que esa dosis puede causarles daños con el tiempo si no hay condiciones adecuadas. Y ¿los niños, niñas y adolescentes? Quizás no alcancen esos parámetros límite pero también es cierto que se encuentran en una fase de desarrollo y su afección puede resultar mayor. Se les llama nativos digitales pero no pensemos que ya han evolucionado como para permanecer pegados a una pantalla de forma inmune.
Algunos datos sobre los efectos del uso intensivo e inadecuado de ordenadores.
Problemas visuales y oculares
Conforme publica la revista Scientific American, no mantener una distancia adecuada con la pantalla, y abusar de su uso sin descanso puede acarrear problemas de tensión ocular y en un futuro, causar glaucoma. La falta de condiciones adecuadas (de luz, distancia de la pantalla, evitar descansos…) promueve también que se cambie la forma en que se parpadea (cada vez se parpadea menos para ser más productivos a la hora de echar vistazos rápidos al contenido de la pantalla). Se debe parpadear de 12 a 15 veces por minuto, mientras que los usuarios de ordenadores tendemos a parpadear 4 o 5 veces por minuto.
Otras fuentes alertan del aumento de los casos de miopía en un 66% desde la introducción de los ordenadores personales.
Los problemas de visión por uso del ordenador afectan a más del 90% de los usuarios que utilicen las pantallas por 3 horas o más al día según cita este estudio sobre consumo de pantallas.
Problemas osteomusculares
Según un estudio, el 50,9% de los niños y el 69,3% de las niñas ha padecido un dolor de espalda antes de cumplir los 15 años, una circunstancia que al llegar a adultos puede cronificarse e incluso condicionar su vida laboral.
El STC, o Síndrome del Túnel Carpiano, dolencia en las muñecas asociada a movimientos repetitivos, comienza a aparecer en niños de temprana edad. Es raro en menores de 10, pero cada vez más frecuente en adolescentes, según informan en este artículo.
Cultura de la salud en el uso de dispositivos electrónicos con pantalla
Si bien son múltiples los dispositivos (videoconsolas portables, smartphones, tablets, portátiles y ordenadores de sobremesa) y cada cual tiene sus propias recomendaciones, subyace el común denominador de la cultura de la salud asociada con las condiciones ergonómicas en el uso de pantallas. Consideramos que en nuestra sociedad, en las familias y los centros educativos, no existe suficiente conocimiento y sensibilidad sobre esta cuestión que afecta a los menores. No obstante, en PantallasAmigas apostamos por ir más allá y que sean los propios protagonistas quienes tomen conciencia de la importancia de una buena postura, de la orientación del monitor, de la comodidad del asiento… sabiendo adaptar por sí solos las condiciones, cambiantes, en cada contexto de uso.
Para ello recurrimos, como es habitual, a la narración audiovisual, sin dramatismos y con humor, produciendo esta secuencia animada:
Su uso con menores de 8 a 11 años ha demostrado cómo toman parte de la historia y se posicionan apoyando al chico que protagoniza la escena. Conocida la dinámica de tomas falsas, incluso aplauden cuando se logra la escena buena tras las recriminaciones del adulto, un severo director de cine.
Un estudio de la Universidad del Sur de California, dirigido por Eric Rice y recién publicado en la revista Pediatrics, asocia el sexting entre adolescentes con una mayor probabilidad de un comportamiento sexual de riesgo. Los adolescentes que practican sexting son siete veces más propensos a ser sexualmente activos que los que aseguraban que no usan el móvil con fines sexuales. El trabajo advierte además de que el riesgo es aún mayor en el caso de los adolescentes de más edad y que no son heterosexuales.
Los investigadores se basaron en un amplio cuestionario a 1.839 estudiantes de instituto en Los Ángeles. El 75% de los que participaron tenían teléfono móvil y lo usaba todos los días. De ellos, casi el 16% (12% del total de estudiantes) reconoció haber enviado algún mensaje o una foto de sexo explícito y casi el 54% aseguró conocer a alguien que practicaba sexting.
La conclusión de los autores del estudio es que el sexting más que un sustituto del sexo físico, forma parte de un conjunto de prácticas sexuales de riesgo entre los adolescentes. Recomiendan a los médicos que hablen del sexting con los chicos de una manera amistosa como manera de introducir el debate sobre las prácticas de riesgo en general con el fin de prevenir ETS y embarazos no deseados, así como introducir el sexting y sus riesgos en el curriculum escolar de educación sexual.
Sabemos que Google es el buscador más utilizado, también por los internautas más jóvenes. Y que dentro de sus funciones se incluye el completado automático de las búsquedas a base de sugerencias. Nosotros empezamos a escribir palabras que queremos buscar y Google nos sugiere cómo completar en base a lo que sus algoritmos consideran las búsquedas más frecuentes.
Entonces ¿qué podemos pensar cuando un niño o una niña empieza a escribir en el buscador «Tengo 12 años…» y Google le termina la frase con «…y estoy embarazada»? Parece obvio que el/la menor asumirá que eso es normal (en el sentido de frecuente) y que hay millones de niñas en el mundo escribiendo esa frase en el buscador tras haber mantenido relaciones sexuales y preocupadas por un supuesto embarazo precoz. Si es cierto que hay tantas búsquedas con esos términos, hay un grave problema entre las niñas de 12 años, pero si no lo es, quien está provocando un riesgo es Google: el riesgo de hacer creer que es algo normal, frecuente. ¿Está preparado un niño de 8 años, por ejemplo, para discernir qué hay detrás del hecho de que Google le sugiera terminar así una frase?
Los ejemplos por el estilo son numerosos. En PantallasAmigas lo hemos podido comprobar, alertados por una noticia publicada por El Pandemonium. El completado referido al embarazo se produce asociado desde ¡los 5 años! hasta los 17 (más allá no lo hemos investigado pues ya entramos en la mayoría de edad), produciéndose además otras sugerencias adicionales como «…y fumo» (8 y 9 años), «…y hice el amor» (sic, 10 años), «…me masturvo» (sic, 11 años), «…tuve relaciones» (12, 13 años), etc.
Google marca implícitamente lo que es normal y lo que no lo es al sugerirnos cómo completar una búsqueda con determinadas palabras o frases. Es un aspecto que no se tiene normalmente en cuenta al hablar sobre los peligros de Internet para los menores, y de hecho ni siquiera seleccionar la SafeSearch (búsqueda filtrada para menores que evita páginas pornográficas y otras no aptas para los usuarios más jóvenes) tiene efecto alguno: el niño o la niña seguirá viendo que fumar y tener relaciones sexuales es de lo más común, y se le trasmitirá una información sexual falsa: que son habituales los embarazos entre niñas de 8 años o incluso menos. Madres, padres, tutores y docentes deben ser conscientes de este problema y que miles de niños estarán viendo cada día ese tipo de frases en sus pantallas, recibiendo esa grave desinformación que podría tener consecuencias en su educación sexual.
NOTA: La fotografía que acompaña a este post es de Lina Medina, la mamá más joven registrada en la historia de la medicina. Tenía 5 años cuando dio a luz, siendo un caso absolutamente excepcional.
Según un estudio dado a conocer por la Universidad de Míchigan, en EE. UU., la práctica del sexting podría ser algo normal entre los que han crecido con Internet y otras tecnologías digitales, y una práctica «saludable» de las relaciones modernas.
El estudio, que es el primero en enfocarse sobre el impacto del sexting en la salud, ha sido efectuado sobre 3.447 mujeres y hombres de entre 18 y 24 años (jóvenes adultos) y ha descartado que en estas edades exista relación del sexting con comportamientos sexuales arriesgados o con problemas psicológicos. Los autores del estudio advierten de que las historias negativas en torno al sexting suelen darse entre adolescentes y preadolescentes, un grupo más joven que el que han analizado en este estudio.
El estudio ha revelado también que casi la mitad de los participantes realizaban sexting, mayoritariamente de tipo recíproco (recibir y también enviar sexting).
Entre los problemas cuya relación con el sexting se pretendía analizar, dentro del contexto del impacto de la tecnología sobre la sexualidad y la salud, figuraban: el sexo sin protección, la depresión, la ansiedad y la baja autoestima.